Cada vez que me corresponde presidir o asistir a un acto académico como este que hoy nos reúne, y en el cual se recibe un nuevo contingente de profesionales, pienso siempre en la nueva vida que se abre para ellos, en el mundo en que les corresponderá actuar, y en los nuevos problemas a que se encuentran enfrentados.
Del sinnúmero de problemas que tiene que resolver un nuevo profesional, se me antoja destacar en el día de hoy el de la ubicación en el mercado profesional y el de la actitud que asumirá frente al mundo cambiante en que le corresponderá actuar.
El primero de ellos, la ubicación en el mercado profesional, suele ser un problema de relativa difícil solución, dadas las actuales circunstancias de nuestro proceso de desarrollo y la situación de nuestra empresa, azotada por una economía inestable, por serios problemas de mercados, de calidad de los productos, de la carencia de tecnologías propias, de aranceles tributarios y aduaneros que desestimulan la iniciativa empresarial, todo lo cual, dentro de la amplia gama de repercusiones que ello conlleva, implica necesariamente todo lo referente a la generación del empleo y sobre todo a la adecuada ubicación del profesional que llega a la empresa.
Sin embargo, este problema del empleo, aunque de difícil solución, va encontrando sus causes propios en la medida en que van siendo más conocidas las profesiones y más tecnificada la administración empresarial.
Pero el otro problema, el de la actitud que asumirá el nuevo profesional en un mundo vertiginosamente cambiante, será un problema permanente, un problema que le acompaña a él, como a todo ser humano, a lo largo de su vida.
El problema de corresponder al cambio es de magnitud tal que la sociedad, las organizaciones y los individuos no pueden ignorarlo. Los costos máximos del modelo tradicional de cambio en crisis ya no pueden ser afrontados por la sociedad.
¿Cómo pueden la sociedad, organizaciones e individuos llegar a responder al cambio?
Este es quizá uno de los tópicos más difíciles con que se enfrenta la sociedad en su totalidad durante las pocas décadas que aún restan del siglo XX.
Las respuestas no son nada sencillas y exigen reformas de magnitud vertiginosa, que serán sumamente difíciles y aún hasta imposibles de hacer.
El hombre del siglo XX, la generación obsoleta, trae consigo todos los prejuicios y condicionamientos.
¿Cómo aprende el individuo a enfrentarse al cambio? ¿En qué forma participa como agente de cambio, para iniciar y controlar tal transformación? Uno no puede ni escapar completamente a su pasado, ni vivir permanentemente en él.
Peter Drucker afirma la necesidad de deshacerse del ayer y John Gardner insta urgentemente a que se desarrolle la capacidad para la autorrenovación.
Ambos eruditos apuntan un requisito similar: La adaptabilidad humana comienza con un compromiso para reducir la dependencia de las enseñanzas y las condiciones del pasado que contradigan las realidades del presente y los problemas del futuro.
Consciente o inconscientemente, cada persona decide cómo va a enfrentarse a un cambiante e imprescindible futuro.
- ¿Se aferrará a su pasado y resistirá permanentemente aquellas modificaciones que halla desagradables y amenazadoras?
- ¿Aceptará, renuente o pasivamente, cualquier cosa que venga, como un hado fatal?
- ¿Actuará con todo propósito para dar forma a su futuro?
En todos los niveles de la sociedad se necesitan agentes de cambio. Algunos quizá pretendan emular a los grandes reformadores, como Cervantes que satirizó a la decadente sociedad medieval española, a través de las aventuras y desventuras de Don Quijote.
Otros sólo podrán influenciar sus propias vidas aprendiendo a responder al cambio e iniciando mejores en su vida y profesión, de tal manera que puedan ser más efectivos o más útiles a la sociedad.
El CEIPA, consciente de este conflicto del mundo contemporáneo, ha procurado -desde su iniciación en 1972- ofrecer nuevas alternativas de profesionalización a la juventud colombiana, y -más que nuevas alternativas- darles una formación nueva, en el conocimiento del contorno en que les corresponderá actuar, en el análisis de problemas similares a los que ofrecerá la vida y, sobre todo, en el desarrollo de las aptitudes intelectuales, preparándoles para adaptarse eficazmente al mundo cambian en que tendrán que vivir.
Así, el CEIPA pretende responder al reto en que se encuentra enfrentada la universidad contemporánea, la cual tiene hoy el gran compromiso de formar al hombre del siglo XXI.
La formación de este hombre contemporáneo difiere en mucho de los que fue la formación del hombre del Renacimiento, por la universidad medieval.
Hoy la institución universitaria busca nuevas rutas; una de ellas la ha encontrado en la educación tecnológica, modalidad que permite disminuir el tiempo de formación profesional, prescindiendo de la erudición enciclopédica, característica de la universidad medieval, para dar lugar a un desarrollo de destrezas adecuadas para manejar la incertidumbre, la ambigüedad y la complejidad que son características de nuestros tiempos.
Esa es la formación que han recibido estos tecnólogos que hoy gradúa el CEIPA, en la convicción de que ellos sabrán responder eficazmente a los nuevos retos que les plantea el mundo contemporáneo.
Confiamos que ellos serán, cada quien en la medida de sus posibilidades, elementos que contribuyan eficazmente a la adaptación de la empresa y de la sociedad, a los nuevos modelos que surjan de la actual evolución.
Nos congratulamos hoy con el éxito alcanzado por estos nuevos profesionales al culminar su carrera, y deseamos que en el futuro estos éxitos se multipliquen con creces.
—
Antonio Mazo Mejía
Medellín, 6 de julio de 1979