Una vez más cumplimos con este emocionante y gratificante rito de entregarle a una sociedad un nuevo contingente de profesionales calificados en dificultades del aprendizaje Escolar, administración de empresas y administración de personal.
Gratificante este acto para nosotros, porque él es la realización de nuestros ideales de educación, de servicio a la sociedad y a la patria, a través de la educación, que no es cosa distinta que un engendrar hombres nuevos en la ciencia y en el espíritu.
Emocionante para ellos y sus familias, porque es la culminación de una etapa definitiva en el curso de sus existencias.
Han terminado sus estudios y ahora han de enfrentar el reto de su realización profesional; elocuente momento este en que se repite la fecunda dialéctica que constituye el vivir humano: Fin y principio, síntesis y antítesis a una, que como el tiempo que es dejando de ser, en su morar genera vida.
Y es que, terminar el ciclo de formación profesional es apenas un punto de partida hacia la realización personal, que ahora ha de lograrse a través del ejercicio de la profesión, del enriquecimiento que da la experiencia, del crecimiento personal al asumir nuevas responsabilidades, en una palabra, en la permanente conquista del ser, de la plenitud humana, cuya concreción más excelente es la libertad.
Al entregaros hoy, con sincera emoción de educador, el diploma que os acredita como profesionales, quiero dejaros, como última lección que en esta etapa os da el Tecnológico Universitario CEIPA, un mensaje para vuestra vida profesional.
Sea vuestra meta la excelencia, la cual se adquiere con la humildad de reconocer que es más lo que aún nos falta por aprender que lo aprendido; disciplinad entonces vuestra voluntad para que el espíritu de investigación, el estudio permanente, la disciplina intelectual os acompañen siempre, y así vuestro actuar pueda ser dinámico, creativo, renovador y generador de progreso.
Fundamenten vuestro actuar la honestidad, la rectitud, la equidad y la justicia, virtudes estas que rigen la acción del hombre probo, para que vuestra vida sea más rica en dimensión humana que en otras, quizás más atractivas, por mezquinas y pasajeras dimensiones, y no desfallezcáis ante las inevitables debilidades inherentes a nuestra frágil condición humana.
Fincad el sentido de vuestra profesión y vuestra vida en el dar por el servir, en el servir para dar, para que obtengáis la inmensa riqueza de acrecentar vuestro ser, que paradójicamente, más tendrá cuando más dé; más crecerá, cuando más se multiplique.
Sean fieles compañeras vuestras la lealtad, la fidelidad y la solidaridad con Dios, con la sociedad, con la familia, con las instituciones con las cuales os comprometáis y sobre todo, sed leales y fieles a la voz de nuestra conciencia, que os marcará siempre la única senda que no os estará permitido abandonar: El cumplimiento del deber.
En fin, sea la libertad vuestro destino; la libertad concebida no como un poder hacer lo que se quiere, sino como un poder hacerlo que “ni dañe, ni perjudique a otros”; al fin y al cabo, como lo prescribió Platón, el hombre no es libre más que para hacer el bien.
Conquistad la libertad de recorrer el mundo con la frente en alto; la libertad de poder extender vuestra mano que no ha retenido lo ajeno, que no ha sembrado obstáculos al ejercicio del derecho del hermano; la libertad de vivir en la placidez de una conciencia que porque nunca maquinó, carece de remordimientos.
Al felicitaros a vosotros y vuestros familiares por éxito obtenido hoy, sinceramente os deseo que en el futuro tengáis muchos éxitos personales y profesionales.
Propicia es esta ocasión, y propicio es este tiempo que ya empieza a iluminarse con la Estrella de Belén, mensajera de paz, de prosperidad y de amor para los hombres de buena voluntad, lo que se pide que sean todos los hombres y los pueblos, para recordaros las palabras que a los Universitarios de Colombia nos dirigió su Santidad Juan Pablo II, aquí en Medellín, en su reciente y fecunda visita a Colombia, cuando nos invitó a construir la civilización del amor: “Se trata, dijo el Papa, de una sociedad de donde la laboriosidad, la honestidad, el espíritu de participación en todos los órdenes y niveles, la actuación de la justicia y la caridad, sean una realidad”.
Yo os invito a que con vuestro actuar inteligente, justo, honesto, solidario y libre, construyáis vuestra propia felicidad, y seáis así mensajeros de prosperidad, de comprensión y de paz entre los hombres y los pueblos.
—
Antonio Mazo Mejía
Medellín, 12 de diciembre de 1986