Llegan hoy ustedes al culmen de su carrera profesional unos, y de su especialización otros, en época de profundas crisis políticas, económicas y culturales en nuestro país, y de grandes transformaciones en el orden mundial, en un mundo cada vez más globalizado, y en el que, además de la conformación de comunidades multinacionales los desarrollos tecnológicos, muy concretamente en la electrónica y la informática privilegian la expansión y el perfeccionamiento de las comunicaciones, en tal proporción que bien puede afirmarse hoy, que las comunicaciones constituyen el fenómeno más significativo y trascendental en los albores del nuevo milenio.
La comunicación ha sido y es el hecho más trascendental de la humanidad; desde las primeras manifestaciones jeroglíficas de las civilizaciones egipcias y persas, las no menos significativas de Altamira y de Lascaux, pasando por el logos de los griegos, la invención de la imprenta, para mencionar solo algunos momentos más importantes de la comunicación en diferentes épocas, hasta llegar hoy a las múltiples y sofisticadas opciones de comunicación existentes en el mundo de hoy la comunicación ha tenido y tiene como objetivo, ser la encarnación del espíritu en el lenguaje, y así lo ha sido a través del tiempo y el espacio en la historia de todos los pueblos.
La comunicación ha producido en la civilización contemporáneas profundas transformaciones que conllevan el derrumbamiento de muchos paradigmas y ocasionan el surgimiento de otros; pensemos a título de ejemplo cómo han transformado las comunicaciones el mundo de los negocios; ofertas, licitaciones, pedido, ventas y pagos se hacen hoy las 24 horas del día, en segundos, a través de las redes electrónicas que entrelazan el universo; las bibliotecas y la información existente en cualquier parte del planeta están tan solo a un clic en un computador; vivimos en la sociedad del conocimiento, y en una sociedad virtualizada y el conocimiento cada vez está más al alcance de un mayor número de personas; algunas de las muchas consecuencias de ello son el fortalecimiento de las democracias la reivindicación de los derechos humanos, y la democratización cuantitativa cualitativa y social de la educación.
Estas características del mundo contemporáneo plantean nuevos escenarios y exigencias nuevas para nuestro ejercicio profesional y para nuestra realización de personas, esto es, de seres inteligentes, libres y moralmente responsables de nuestros actos como actores de la historia.
A nivel profesional uno de los imperativos insoslayables y urgentes es el de atender nuestra actualización profesional; hoy la mayoría de los conocimientos tienen una vigencia de escasos 18 meses, y esta vigencia será cada día menor y más fugaz; la única estrategia válida para conservar nuestra vigencia profesional, es la educación permanente dentro de la especialización que elijamos, pues se impone ser especialistas, porque ya no es posible el “de omni re scibile” de Pico de la Mirándola, el que sabe todo lo que es posible saber.
A nivel profesional uno de los imperativos insoslayables y urgentes es el de atender nuestra actualización profesional; hoy la mayoría de los conocimientos tienen una vigencia de escasos 18 meses, y esta vigencia será cada día menor y más fugaz; la única estrategia válida para conservar nuestra vigencia profesional, es la educación permanente dentro de la especialización que elijamos, pues se impone ser especialistas, porque ya no es posible el “de omni re scibile” de Pico de la Mirándola, el que sabe todo lo que es posible saber.
A estos dos retos que acabo de enunciar en forma muy general, se suma en la civilización contemporánea un tercero: El de la reconversión profesional.
Es tal la evolución, renovación y diversificación del saber en el mundo contemporáneo, que cada vez es más común, y lo que es más reciente es más exigida la reconversión profesional; reconversión que significa en muchos casos, adquirir una nueva formación profesional a partir de la formación adquirida.
Actualizarnos permanentemente, competir con interlocutores internacionales y reconvertirnos profesionalmente, son los tres imperativos que deben seguir los profesionales de hoy, los que deseen conservar su vigencia profesional.
Pero nuestra dimensión profesional no se agota en el ejercicio profesional; más allá de él está nuestro compromiso con la sociedad y con la historia; compromiso que en los avatares políticos, económicos y culturales que hoy vive nuestro país, tiene que expresarse en magnánima generosidad para contribuir a disminuir por lo menos, ojalá, a eliminar la ya insoportable injusticia social, una de las mayores causas de la atroz violencia que padecemos todos los colombianos.
Con nuestro trabajo tenaz, honesto y comprometido nosotros los privilegiados del saber, tenemos que contribuir con sentido de responsabilidad patriótica a superar las dificultades de nuestra economía; cada uno de nosotros desde nuestro metro cuadrado es mucho lo que podemos hacer para contribuir al desarrollo económico de nuestro país.
Nuestro compromiso más urgente hoy con Colombia es con la construcción de la paz; paz que nace en nuestros corazones y germina y crece y fructifica, cuando todas nuestras acciones están fundamentadas en la voluntad de servicio, e inspiradas en los valores humanos que fundamentan la convivencia civilizada.
Como ciudadanos del mundo, tenemos que enmarcar todo nuestro que hacer dentro de los cánones de una ética universal; el reconocimiento y respeto de los derechos humanos en todas y cada una de sus manifestaciones, ha de ser el código ético que como eje transversal humanice nuestras acciones.
Señores graduandos: Al felicitarles por los logros obtenidos en su formación profesional, les invito a conquistar la prosperidad, la riqueza del deber cumplido a cabalidad y su plena realización personal, ejerciendo su respectiva profesión con la profunda convicción de que, al hacerlo, estamos realizando nuestro ser personal y profesional y contribuyendo a la construcción de un mundo mejor.
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Antonio Mazo Mejía
Medellín, 23 de junio de 2000