Esta época, en la cual ustedes culminan una importante etapa de sus vidas y de su formación profesional, se enmarca en un momento importante de nuestra civilización que reviste algunas características trascendentales, que bien merecen enunciarse en esta solemne ocasión, porque ellas nos ayudan a responder el ineludible interrogante: ¿Qué se me exige como profesional en el mundo de hoy?
El de hoy, nuestro mundo, es un mundo sin fronteras; ayer para prepararnos al ejercicio de una profesión, era suficiente asimilar los contenidos de un programa que perdía muy lentamente, por no afirmar que no perdía su vigencia, y bastaba también con elegir el espacio para el ejercicio profesional.
La realidad hoy, tanto en lo referente a contenidos como al ámbito de desempeño, ha dado un giro copernicano; la vertiginosa evolución de la ciencia y la tecnología, le declaran permanentemente la obsolescencia a los saberes adquiridos; y la conformación de comunidades y de bloques entre las naciones, ampliaron, en la dimensión que tiene el mundo, el espacio para actuar profesionalmente.
La internacionalización de la economía es también un nuevo rumbo de nuestra época, arrollador e incontenible, y al cual no pueden sustraerse los países, so pena de quedar marginados de la historia.
En lo político, el derrumbamiento de utópicas ideologías que soñaron con entronizar el paraíso en la tierra, y el nuevo coletazo que azota a varios países de Oriente y de Occidente, destapando la corrupción de gobernantes y políticos, son nuevas características de nuestra época, que exigen de nosotros creativas y audaces respuestas profesionales.
A nivel nacional, asistimos al principio del fin del dominio de los violentos por diferentes causas; y si bien, aún son muy grandes los males que nos aquejan, todo tiende a demostrar que nuestra patria no es suelo fértil para subvertir el Estado de Derecho y que existen sólidas razones que nutren el optimismo y la esperanza.
Ser profesional en un mundo y un país con las anteriores características, las más relevantes pero no las únicas, es un compromiso que nos exige serias decisiones, permanente voluntad de superación, acertada comprensión de la historia, y gran responsabilidad con nosotros mismos y con nuestros semejantes.
Estos nuevos espacios mundiales nos están llamando a ser profesionales de amplia visión que trasciendan las disciplinas fundamentales de nuestra formación profesional, así como las limitaciones de la fronteras citadinas, provinciales y nacionales; hoy tenemos que preocuparnos para ser ciudadanos y profesionales del mundo.
Y lograremos serlo si somos conscientes de que el estudio y la formación no terminan con la obtención de un diploma, sino que es ahí precisamente, donde comienza la necesidad imperiosa de obtener nuevos conocimientos, tanto más urgente, cuanto más rápida es la aparición de nuevas y revolucionarias teorías y tecnologías.
La internacionalización de la economía nos exige, para ser profesionales vigentes, el conocimiento, como mínimo, de un segundo idioma, la comprensión de los fenómenos macro y microeconómicos, y sobre todo, la idoneidad profesional, porque las exigencias de calidad en los productos y en los servicios son cada vez mayores, y marcan un espacio en donde sólo caben, y superviven vigentes, los mejores.
El campanazo que desde las esferas políticas ha sonado contra la corrupción, que no es fenómeno exclusivo de políticos, pues bien saber que también campea en sectores privados de la empresa y en general en el mundo de los negocios, nos está advirtiendo que la vía más segura para transitar profesionalmente hacia el éxito, es el camino de la honestidad y la rectitud.
Cuando se plantea la cuestión de cómo sobresalir profesionalmente, todas las respuestas se sintetizan en dos palabras: idoneidad profesional e integridad personal.
Este, que es un compromiso de los profesionales de todas las instituciones, es tanto más exigente e imperioso para quienes como ustedes llevan ante la empresa y la sociedad la impronta de la Universidad CEIPA, que ya demostró con sus profesores y egresados su excelencia en la modalidad tecnológica, y sobre todo, que es reconocida en el medio por la calidad humana de los integrantes de su comunidad.
Son pues embajadores de una Institución que ha sobresalido por su idoneidad y su integridad; su reto y su obligación, hacer que estas características sean cada día más sobresalientes.
En fin, las adversidades concretas de nuestro país y nuestra ciudad, reclaman de nosotros que seamos reconstructores del orden, promotores del respeto a los derechos, fieles cumplidores de los deberes, adalides del progreso, y sobre todo, constructores de paz.
Reciben hoy su grado profesional justamente en la época más bella del año, la Navidad, que es invitación a la alegría, a la amistad, a la paz; desde su idoneidad profesional y su integridad personal, vivan y actúen siempre en espíritu de Navidad siendo hombres de buena voluntad, y así obtendrán la riqueza del deber cumplido a cabalidad y la satisfacción de ser constructores de un mundo mejor.
Muchas gracias.
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Antonio Mazo Mejía
Medellín, 10 de diciembre de 1993