El tiempo no es sino el espacio entre nuestros recuerdos, decía el filósofo Suizo Henri-Frédéric Amiel.
Con motivo de este noble homenaje de la Asamblea Departamental por generosa iniciativa del Dr. Rubén Darío Callejas Gómez y el Senador Iván Darío Agudelo, muchos recuerdos han rondado mi cabeza de cómo y por qué escogemos uno u otro camino de los que la vida nos ofrece en cada momento.
En mi caso este espacio puede ser largo si se mide en número de años, o un simple parpadeo, si de recuerdos vivos se trata.
Hoy con la excusa que nos congrega, quiero compartir con ustedes, abusando de su generosidad, lo que este camino ha significado para mí y como cada paso ha conducido a la construcción de un proyecto de vida que se fusiona con un gran propósito: transformar vidas para construir un gran país.
Este espacio llamado tiempo, se remonta a muchos años atrás, en una noche de viernes en la cual mis padres, mi hermano Juan y yo caminábamos a la casa de mi abuela con el objetivo de reunirnos en familia. Mi hermano Carlos era un bebé aún y nos esperaba en nuestra casa.
Era el momento de tomar una decisión importante, debería escoger qué carrera estudiar una vez terminara el año escolar y me graduara de bachiller.
Para la época un nuevo dispositivo hacía su aparición en el mundo, el computador personal. La Ingeniería de Sistemas era una carrera relativamente nueva. Este maravilloso dispositivo prometía cambiar el mundo.
Por la visión de mis padres desde un par de años antes de terminar el bachillerato había tenido la posibilidad de tener un pequeño ordenador personal en casa con el que aprendí a programar mis primeras líneas de código, nada muy sofisticado, pero empecé a comprender su potencial y el impacto que tendría en nuestra sociedad, así que después de largas conversaciones la decisión estaba tomada, sería Ingeniero de Sistemas.
Fueron necesarios cerca de diez años, repetir alguna que otra estadística, y otras que no vienen al caso recordar. También desempeñarme en los cargos de asistente de comunicaciones (que era como mi padre les decía a los mensajeros), analista, programador, coordinador, ingeniero, consultor y profesor. Pasar por el sector financiero, agrícola y educativo para entender que si quería contribuir a crear un mundo mejor era necesario centrarme en las personas no en las máquinas.
Con el propósito claro, el ejemplo de mi abuelo Daniel y mi padre Antonio, la decisión de seguir el camino de la educación era más que obvia.
Pero lo que realmente más influyó en esta decisión fueron mis egresados del programa de Administración de Redes de Datos, cuando orgullosamente contaban como sus vidas habían mejorado, y sus logros profesionales se alcanzaban, reconociendo el valor de aquellos días en las aulas del CEIPA.
Gracias a ellos y a este programa del cual fui profesor y Coordinador Académico, lentamente descubrí que por mis venas no corre sangre, sino tiza. Que no existía una satisfacción más grande que la de servir para cambiar una vida, ya que esta satisfacción no se extingue en el tiempo, por el contrario, se acrecienta cuando su impacto llega a la sociedad y la transforma.
La educación es una dama misteriosa como diría el poeta Buesa,
“eres tan misteriosa como la voz del viento, eres tan atrayente como un abismo, Abismo lleno de rosas frescas! … eres como el contento, expresiva y voluble. Ama el romanticismo…. tu alma, le dispensa igual recibimiento a la blanca ilusión que al negro sensualismo. Eres tan turbadora como un presentimiento, y cruel y a la paz piadosa, tal como un espejismo”.
La educación ese sueño, esa ilusión, esa promesa, esa oportunidad, esa quimera por la que tanto luchamos con la esperanza de alcanzar nuestras metas, no debería tener más fin que el desarrollo del potencial de ser, para que al enfrentar las oportunidades la elección sea siempre en pro de la construcción de un proyecto de vida del cual nos sintamos orgullos y al final de nuestros días digamos con alegría: este tiempo ha valido la pena, porque como persona nos hemos realizado plenamente.
Si el único fin de la educación es potenciar el Ser, permítanme recordar unas palabras de mi padre sobre el ser persona:
“ser persona es ser consciente de que somos una realidad inacabada, una necesidad de ser todos los días y cada vez más, una potencialidad permanente y angustiada desde la cuna hasta el sepulcro; estamos permanentemente escribiendo el libro de nuestra vida, y es trágico pero inevitable, que al dejar el tiempo en esa transición del ser que se llama muerte, en nuestro propio libro quedarán para siempre muchas páginas en blanco”.
Pensar la educación desde el noble propósito de desarrollar el ser para que este pueda ser libre y tomar las mejores decisiones, no es una tarea sencilla, bien lo decía José Antonio Marina “para educar un niño, hace falta la tribu entera”.
Durante muchos siglos la educación siempre ha estado al servicio de diferentes intereses, que buscan influenciar o adoctrinar la forma de pensamiento de nuestros estudiantes.
Hasta el momento no existe la fórmula mágica de cómo lograr una educación de excelencia, pero tenemos claro cuáles son los componentes sin que el sistema educativo no puede lograr resultados satisfactorios.
El primero de estos componentes son los docentes. No es posible una buena educación sin buenos docentes, ellos son los primeros ejemplos que nuestro hijos van a tener como modelo de vida y nada educa más que el ejemplo.
Existe una gran diferencia entre profesores y maestros, desafortunadamente en nuestro país contamos con pocos maestros, pero abundan los profesores.
La diferencia fundamental entre ellos es que los maestros enseñan para la vida, los profesores escasamente transmiten algunos conocimientos.
En este sentido permítanme Honorable Diputado y Senador recomendarles hacer todo lo que esté a su alcance para que la profesión de docente pase de ser la última aspiración profesional de los colombianos.
Una educación en manos de profesores desmotivados, con el menor reconocimiento no tiene futuro.
Para ser un buen maestro debemos trabajar por el desarrollo del Ser, necesitamos estar actualizados y en este sentido es necesario buscar siempre que nuestros estudiantes entiendan las diferentes perspectivas de los temas renunciando a nuestras creencias personales, subjetividades y juicios en pro del desarrollo del pensamiento crítico.
Ser Maestro nos invita también a retarnos cada día más, para entender cómo aprenden nuestros estudiantes y buscar las mejores estrategias didácticas que les permitan lograr los objetivos de aprendizaje.
Demanda también ser conscientes de los cambios de la sociedad y las necesidades futuras de los dicentes, para que ellos pueden responder a los retos del mañana.
Pero quizás lo más importante que los Maestros deben tener presente es ser un buen ejemplo para los estudiantes.
Hoy cuando vivimos en un entorno volátil, incierto, complejo y ambiguo no podemos dar por sentado nada, necesitamos repensarnos y repensar el sistema educativo, para que centre sus esfuerzos en el desarrollo del ser y estos puedan alcanzar la construcción de sus proyectos de vida.
En este sentido debemos trabajar desde todos los actores del sistema educativo en resolver el reto que tiene la educación de educar a nuestros estudiantes para responder los retos mañana, con los paradigmas de hoy, los profesores y las metodologías educativas del ayer.
Este es el momento perfecto para agradecer y reconocer que en este espacio entre los recuerdos llamado tiempo, son muchas las personas me han acompañado, apoyado y creído en la construcción de estas ideas que hoy son una propuesta educativa sólida y diferente para nuestro país.
Este espacio que para mí es un parpadeo, no fuera posible sin mi padre Antonio Mazo Mejía, quien me inspiró a dedicar mi vida a la educación y siempre me invitó a reflexionar, a pensar más allá de las posibilidades y preguntarme siempre cómo podemos ser mejor persona.
A mi madre, María Teresa, que me enseñó a tener los pies en la tierra, el valor de ser organizado y orientado a los detalles.
En este camino el acompañamiento permanente de mi esposa, socia y amiga Gloria Isabel que me ha acompañado constante en mis sueños ayudándome a hacerlos realidad. A mis hijos, Amelia y Antonio, por ser la inspiración de mi vida y desafiarme para ser una mejor persona.
Hacen parte fundamental de este espacio mis hermanos, Juan Fernando y Carlos Esteban, con los que sueño, trabajo, nos retamos y soñamos sobre cómo transformar muchas vidas. Son muchas las batallas que hemos dado juntos y las dificultades que hemos enfrentado, pero de las cuales hemos salido unidos.
Un reconocimiento especial también a Lina y Angélica esposas de Juan y Carlos, que nos soportan en las largas discusiones, viajes y jornadas en pro de nuestros sueños. A los sobrinos Sara, Agustín, Lorenza y Mercedes por apoyarme y animarme continuamente.
Sería imposible no agradecer a mis tíos los beatos Olga, Luis y Toño, a Gonzalo (Chalo) y Nora por compartir desde muy temprana edad diferentes momentos de la vida que me han forjado para ser la persona que he logrado construir hasta hoy. Pero ellos también han aportado su grano de arena en muchas de las iniciativas que nos hemos propuesto.
Pero no son solo ellos sino toda mi familia, mis tíos y primos por el lado de la familia Mazo y Cuervo, la familia que me acogió con un cariño especial al casarme con Gloria, la Familia Arcila Fernández.
A todos ellos mi profunda gratitud por que siempre han estado a nuestro lado, acompañándonos, motivándonos y apoyándonos incondicionalmente.
Son muchos que me gustaría enunciarlos por su nombre pero apelo a su compresión para que todos se sientan parte de este agradecimiento.
El equipo humano de colaboradores y maestros de CEIPA ha jugado un papel crucial en este logro, gracias a ellos, por su generosa actitud, dedicación, compromiso con mis ideas que muchas veces, se que no han sido fáciles pero que incondicionalmente me han acompañado.
Gracias por creer que podíamos hacer una institución no tradicional, enfocada a los estudiantes, a las necesidades de la sociedad, con un modelo educativo diferente, basado en un modelo de educación problémico, multidisciplinar, rompiendo las barreras del tiempo y el espacio con un nuevo tipo de administración.
Hoy gracias a este esfuerzo conjunto hemos logrado convertirnos en un ejemplo para Colombia, para ustedes mi agradecimiento, cariño y gratitud.
En este camino he tenido la fortuna de contar con la presencia de grandes amigos que han confiado, creído, cuestionado y animado a seguir adelante en mi sueño de transformar una sociedad.
Al Honorable diputado Dr. Rubén Darío Callejas Gómez que me honra con su amistad y su generosidad no tiene límites, ya en una pasada legislatura reconocía el trabajo de CEIPA Business School y en esta ocasión ha propuesto mi nombre para tan alta dignidad, para él y su señora esposa Luisa toda nuestra gratitud y reconocimiento por la labor que realizan por la comunidad.
Gratitud al Honorable Senador Dr. Iván Darío Agudelo que su interés por el progreso del país lo ha motivado a liderar la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y que en su trayectoria ha demostrado un interés especial por la educación y que hoy se suma a este reconocimiento.
Este reconocimiento apreciado Diputado y Senador no sólo me motiva, sino que me compromete a realizar mi mejor esfuerzo para seguir cuestionando, indagando, investigando para transformar la educación y soñar que es posible construir una mejor sociedad si logramos hacer accesible la educación a la mayor cantidad de colombianos.
¡Gratitud perenne!
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Diego Mauricio Mazo Cuervo
Medellín, 25 de octubre de 2021