Eso de atender lo humano en la empresa es uno de los aspectos de la administración de personal cuya importancia todos los empresarios reconocen, pero igualmente no todos se la conceden, la practican, por lo menos con la intensidad que debería hacerse.
Creemos con demasiada facilidad que lo humano está atendido con hacer un programa de inducción a la persona que se vincula; o con mantener algunos programas de bienestar social, o con tener a disposición de todos los trabajadores un profesional en ciencias sociales o trabajo social, para que oiga sus inquietudes, o en fin, no falta quienes creen que lo arreglan todo con estampillitas o calcomanías de “sonría Ud. por favor, que no le cueste nada”.
La atención a lo humano es algo más profundo y permanente. Profundo porque es necesario que el trabajador comprenda a fondo el engranaje de la empresa donde trabaja, el papel que desempeña en ella y la incidencia que su trabajo tiene en la vida de la empresa.
En un mundo que es cada vez más comunitario, en donde las relaciones son cada vez más horizontales, no podemos sostener la división en grandes niveles. Nos distinguimos en la función que se nos ha asignado; nos identificamos en que somos parte de la empresa; somos iguales, aunque nos realicemos en forma diferente.
Y es también algo permanente, porque la velocidad de los cambios del mundo contemporáneo afecta también la empresa y a los hombres que las integran. La formación, la capacitación que deben recibir los trabajadores, no escapa a ese imperativo de la educación permanente que es la única válida en nuestra época.
Si acaso ocurre que el trabajador no necesite una actualización específica de sus conocimientos para el trabajo que desempeña, sí necesita remozar sus conocimientos en lo económico, lo político, lo sociológico, etc., para comprender mejor el mundo que lo rodea.
No podemos olvidar que estamos en un mundo en el cual ya no es posible ser ciudadano por delegación, la única forma de ser verdaderamente hombre en él, es comprender lo que pasa cada día.
Por lo anterior, es conveniente que quienes administran personal, no se dejan dominar por el trafago de la vida industrial que nos presenta la tentación de dejarnos absorber por los problemas técnicos y económicos, creyendo en cambio, que los problemas de formación, los problemas de lo humano, son menos urgentes, y pueden aplazarse para otro día. Otro día; quizá el día en que exploten y entonces sea demasiado tarde para hacer algo.
—
Antonio Mazo Mejía
Editorial. La Vida de la Empresa.
Abril de 1975