Educación para el cambio

La culminación de una importante etapa de la vida, como lo es la terminación de una carrera, invita siempre a la reflexión sobre el sentido de lo realizado.

Igual gusta al caminante recordar el camino caminado, y escrutar con mirada inquieta y esperanzada, el camino que hará en la siguiente jornada.

En ocasiones anteriores y en estas mismas circunstancias, hemos reflexionado sobre el sentido de la educación tecnológica y su inserción en la filosofía de la educación permanente.

Hoy quiero ocupar vuestra amable atención, y por breves momentos, sobre el sentido de la educación para el cambio, porque considero que es esta una de las características imprescindibles de la educación contemporánea.

Cuando decimos que la educación debe ser para el cambio es imperante que tengamos claridad sobre el cambio que se está operando y al cual debe responder la educación.

Lo anterior significa en primer lugar que la sociedad en la cual actuarán como adultos nuestros actuales educandos no será igual a la sociedad en que vivimos nosotros.

Uno de los grandes retos a que estamos enfrentados los educadores de hoy es, precisamente, el que nos corresponde formar a los hombres que actuarán en el siglo XXI.

Y esto nos plantea otro sentido de la educación para el cambio, y es el de ser conscientes de que el mundo de mañana no solamente será diferente al actual, sino que será distinto en sí, es decir, que será un mundo más dinámico aún que el contemporáneo, en el cual los cambios serán aún más vertiginosos y profundos; será un mundo en donde sólo será posible vivir, si se ha aprendido a cambiar.

Por último, al hablar de educación para el cambio, es necesario que seamos conscientes de que estamos, no en un mundo que ha cambiado, sino que está cambiando, y en el cual aún no se ha consumado el cruce a una nueva fase histórica; de allí que la época actual nos dé la impresión de descomposición y crisis.

En el mundo de hoy persisten instituciones y formas de pensar que se justificaron ayer pero que hoy carecen de vigencia; y existe también un rechazo a viejas formas de pensar y a valores, pero aún no se les ha sustituido.

La educación para el cambio implica que se reemplace lo que ya no es vigente, que se le dé una dinámica ordenada y creativa y fecunda al cambio, para que la evolución no sea obstaculizada por un pasado obsoleto y por un presente incapaz de definir su propia identidad.

En fin, la educación para el cambio exige también que se distinga muy bien lo accidental de lo sustancial, lo transitorio de lo permanente, lo fugaz de lo perenne. Y en esta distinción, lo que entre otras muchas realidades será sustancial y permanente y perenne, es el hombre.

La educación tecnológica que estamos tratando de impartir y divulgar busca precisamente ser una de tantas respuestas posibles a esa educación para el cambio que se exige en el mundo contemporáneo.

En efecto, la educación tecnológica, al hacer un énfasis en las aplicaciones prácticas del saber, está preparando al nuevo profesional para la aplicación de sus conocimientos a una realidad cambiante.

Y al desarrollar sus destrezas y habilidades, y su capacidad de análisis y de síntesis, lo está dotando de un bagaje eficaz para el desempeño de una profesión.

La educación tecnológica, al formar al profesional en el saber hacer sin mengua del saber pensar, no está deshumanizando al hombre, ni tecnificándolo fríamente, sino precisamente desarrollando en él aquello que justamente constituye sus notas esenciales: el ser inteligente.

Quienes infravaloran y desacreditan la educación tecnológica ignoran la riqueza de la filosofía que la inspira, ignoran las exigencias educativas del mundo contemporáneo, quizás porque permanecen anclados mentalmente a estructuras del pasado, que si bien aún no tienen vigencia, no son ya como antes, únicas y exclusivas, precisamente porque han aparecido nuevas formas de ser.

Estas son, señores tecnólogos, algunas de las características de la educación que habéis recibido en el CEIPA.

Si en vuestra formación hay algo que revista realmente importancia y actualidad es justamente esa orientación de la educación tecnológica que os permitirá adaptaros con idoneidad y eficiencia a las exigencias del mundo contemporáneo.

En nombre de la Institución que os ha formado, y en el mío propio, os felicito sinceramente por la culminación de vuestros estudios, y os deseo muchos éxitos en vuestro ejercicio profesional.

Antonio Mazo Mejía
Medellín, 4 de julio de 1980

Antonio Mazo Mejía - Fundador CEIPA
"La educación para el cambio implica que se reemplace lo que ya no es vigente, que se le dé una dinámica ordenada y creativa y fecunda al cambio".
Antonio Mazo Mejía - Fundador CEIPA
Antonio Mazo Mejía
Fundador CEIPA