Dimensión ética del ejercicio profesional

Al asumir hoy vuestra condición de profesionales, quiero dejaros, en mi calidad de Rector, un mensaje, que bien si breve, considero importante y confío que os seas de utilidad en el futuro.

En las actuales circunstancias que vive nuestro país, muy propias y específicas unas, muy comunes a las de otros países otras, quienes hemos tenido el privilegio de recibir una formación profesional tenemos la obligación de contribuir con nuestra acción a la solución de los problemas que nos aquejan, y de trabajar sin descanso por el progreso de la sociedad y de la patria.

Una de las responsabilidades muy concretas que nos competen, sea cual fuere la profesión que hayamos elegido, es la de llevar a la sociedad, con nuestra vida y nuestra acción, un mensaje ético, de integridad, de altruismo, de vida y de libertad.

Dentro de las naturales limitaciones inherentes a nuestra condición humana, la búsqueda de la integridad moral en nuestras acciones, debe constituir un imperativo categórico para nuestro obrar.

Nuestro quehacer profesional, como nuestra vida misma, no son actos revestidos de indiferencia, ni neutros frente a lo moral; lo moral es el sustrato de nuestro actuar cuotidiano; es lo moral lo que da sentido a nuestra acción, lo que enriquece nuestra vida, lo que realiza nuestro ser como personas.

La moral se concretiza en la búsqueda de la justicia, en la acción desde la verdad y para la verdad, en la observancia de las leyes, en el respeto a los derechos de los demás, cuya existencia define la frontera entre el final de nuestros propios derechos, y la aparición de nuestros deberes.

Es necesario también que la integridad de nuestro ejercicio profesional esté acompañada de altruismo.

El altruismo no consiste en abandonar lo nuestro para entregarnos a los demás; consiste sí, en la conciencia de que, como miembros de una especie y de una sociedad, tenemos la obligación de ser solidarios con nuestros congéneres.

El altruismo se opone a la mezquina concepción que nos lleva a olvidarnos de los demás, y a situarnos muy cómodamente en el ámbito de nuestros propios intereses, olvidándonos de todo lo que podemos hacer por el otro, máxime cuando en el servicio a los demás radica la esencia misma de nuestra propia realización.

Y debemos también ser portadores de un mensaje de vida; hoy parece como si los hombres y el mundo entero estuviesen empeñados en la destrucción y la muerte.

Una actitud siempre positiva frente a todo; el trabajar por la conservación de la naturaleza, que patrimonio de la humanidad; la benevolencia hacia el hermano, que según la bella expresión de Pedro Emilio Coll, es la caridad de la inteligencia; la fidelidad a nuestra esencia de hombres; la generosa entrega al trabajo, la solidaridad y el respeto a la dignidad de la persona humana, la lucha por la consolidación de los valores humanos, éticos y espirituales; la búsqueda incansable de la verdad integral, de la justicia a los derechos humanos, y de la paz interna y estable entre los hombres y los pueblos, es el mensaje de la vida que a través de nuestra acción será fecundo frente a una civilización de muerte que nos amenaza y que tenemos la obligación de cambiar, si es que verdaderamente estamos comprometidos en dejar, a quienes nos sucederán en el tiempo, un mundo mejor.

Y en fin, hemos de ser portadores de un mensaje de libertad. Dante decía que la libertad, es el don mejor que Dios le concedió al hombre.

Pero al hombre le fue concedido ese don, no como un todo ya realizado, sino como un punto de partida para que el hombre tenga un reto permanente de conquista en su existencia.

Luchar tesonera y denodadamente, por la conquista de la libertad, será el mensaje de libertad que dejemos a través de nuestro cuotidiano obrar.

La libertad no radica en el ejercicio sin límites de nuestras tendencias, de nuestras inclinaciones, de nuestra voluntad.

La libertad radica en la ruptura de todo lo que nos impide nuestra propia realización: la libertad está en la iniciativa creadora, en el cultivo de nuestra inteligencia, en el saneamiento de nuestro corazón, en la fortificación de nuestra voluntad, en la apertura de nuestro espíritu a los altos ideales y generosos, en la exigencia de nuestra moralidad, en la humanización de nuestros sentimientos, en la búsqueda de lo bello, lo verdadero y lo bueno, en una palabra, en la consolidación de los auténticos valores que realizan al hombre, como hombre.

Esa es la verdadera, la auténtica, la única libertad que redime al hombre; las demás, son exteriorizaciones y concreción es de esta libertad.

Vivid y trabajad con integridad y altruismo, siendo por doquiera portadores de vida y libertad, y así el éxito profesional y el mundo, serán vuestros. Que triunféis.

Antonio Mazo Mejía
Medellín, 22 de junio de 1984

Antonio Mazo Mejía - Fundador CEIPA
"Sea cual fuere la profesión, nuestra responsabilidad es llevar a la sociedad, con nuestra vida y nuestra acción, un mensaje ético, de integridad, de altruismo, de vida y de libertad".
Antonio Mazo Mejía - Fundador CEIPA
Antonio Mazo Mejía
Fundador CEIPA