La cultura de la vida

Asumen ustedes hoy una responsabilidad más en sus vidas, en un momento en que la crítica situación del país, en general, y de nuestra ciudad en particular, reclama de los colombianos de buena voluntad, que somos la gran mayoría de los colombianos, el contingente de nuestras acciones positivas, como contribución para la reconstrucción de nuestra sociedad y de nuestro país.

Y afirmo que adquieren una nueva responsabilidad porque, más allá de las obligaciones inherentes al ejercicio de una profesión, está el compromiso de devolverle a una sociedad que nos ha privilegiado dándonos la oportunidad de una Educación Superior, privilegio existente hoy solamente para el 1.8% de los colombianos; es ese privilegio el que nos convierte en clase dirigente del país.

Como clase dirigente, nos corresponde entonces encausar todas nuestras acciones, buscando responder con ellas a las grandes prioridades y urgencias que nos plantee la época en que nos corresponde vivir.

Hoy la prioridad de nuestro país, sin que haya dejado de serlo el desarrollo económico, la prioridad esencial radica en el desarrollo moral, muy concretamente en lo que respecta a la justicia social, a la calidad de la vida, al reconocimiento de los derechos humanos y, sobre todo, a contrarrestar esta “cultura” de la destrucción y de la muerte, creando una auténtica cultura de la vida y de la paz.

Es necesario que tengamos un compromiso claro y decidido con la justicia social, porque es la injusticia que se genera en la acumulación de muchos privilegios en unos pocos, una de las causas más profundas de la violencia que ha segado a tantos, y que a todos nos amenaza.

Que no se manchen vuestras conciencias con la negación de los derechos que a otros corresponden, y mucho menos retengan vuestras manos el salario, la prestación o el producto del trabajo de otros, así los vericuetos de la ley le den visos de legalidad, porque es ese el dinero que quema, que mancilla y que corrompe; sed justos en el salario y en la remuneración de la labor ajena.

Esforzaros en contribuir con vuestros haberes, materiales, intelectuales y espirituales a la calidad de la vida de los demás; quienes poseemos educación es mucho lo que a otros podemos dar; enseñar, aconsejar, orientar, compartir, ser solidarios, todo ello, que en la mayoría de las veces nada nos cuesta, puede contribuir en mucho a mejorar la calidad de vida de otros; y si algún sacrificio nos implica, mayor nuestro mérito y nuestra satisfacción.

En fin, hoy es urgente que todos nos comprometamos con la cultura de la vida, a través de muchas acciones que están a nuestro alcance; empezar por desarmar nuestros espíritus de la agresividad, de la desconfianza infundada en los demás y del egoísmo, será contribuir para que en nuestro medio de acción se genere un espacio para la paz; la paz nace en el corazón del hombre.

Preocupación especial para la construcción de una cultura de la vida, la constituye la familia, como célula fundamental de la sociedad, y muy en especial el cuidado de la niñez, sobre todo en lo concerniente a los valores que debemos inculcarles, el ejemplo que debemos darles, los derechos que debemos reconocerles, y la orientación y ayuda que estamos llamados a brindarles, sobre todo hoy, cuando se les ha cambiado su mundo inocente y blanco, por una roja realidad de sangre hermana.

En fin, de fines, es el derecho a la vida, la prioridad de prioridades en nuestro acontecer histórico.

Hoy tenemos que trabajar, desde nuestro hacer profesional, y más allá de él, en nuestra vida ciudadana, social y familiar, por reconstruir y fundamentar con solidez, el valor de la vida humana.

Más allá del comentario obligado que los hechos trágicos suscitan, tenemos que orientar nuestra reflexión en la familia, en el trabajo, en el círculo social, profundizando en la inutilidad de la violencia, en lo sagrado del derecho a vivir, en las inconmensurables repercusiones que genera el asesinato, y en la búsqueda de los aportes que estén a nuestro alcance para la defensa y la seguridad de nuestros semejantes.

Estos son los compromisos que como profesionales estamos llamados a asumir; que la lealtad a ellos, colme la satisfacción y prosperidad de vuestras vidas.

Que Dios os ayude a ser profesionales exitosos, hombres honestos, y sembradores de vida y de paz.

Antonio Mazo Mejía
Medellín, 29 de junio de 1990

Antonio Mazo Mejía - Fundador CEIPA
"Quienes poseemos educación es mucho lo que a otros podemos dar; enseñar, aconsejar, orientar, compartir, ser solidarios, todo ello puede contribuir en mucho a mejorar la calidad de vida de otros".
Antonio Mazo Mejía - Fundador CEIPA
Antonio Mazo Mejía
Fundador CEIPA