Han recibido todos y cada uno de ustedes, durante su permanencia en la Universidad, además de los conocimientos específicos de cada carrera, una serie de respuestas a preguntas que tienen que ver más con la vida que con la profesión.
Vivir para servir a una sociedad que está urgida de profesionales calificados, de hombres honestos, de dirigentes que comprendan que -por encima de las ambiciones materiales- está el compromiso con la justicia social; que más allá de gerenciar los procesos de una empresa, es urgente hoy en Colombia gerenciar la transparencia en la gestión, propender por el desarrollo de una economía que contribuya a la disminución de las grandes diferencias socioeconómicas generadoras de injusticia y de violencia; también es urgente liderar procesos que amplíen los espacios para la convivencia civilizada, y construir bases muy firmes para que impere la paz.
Más allá de la importancia trascendental que para una sociedad y una persona tienen los conocimientos profesionales, están los atributos morales de esa persona, los valores que rigen su vida, y sobre todo, su compromiso con el entorno; entorno que está constituido por la familia, la empresa, el barrio, la ciudad y el país, con todas las circunstancias favorables y desfavorables que los caracterizan.
Estas, y muchas otras cuestiones relacionadas con ellas, o que las complementan y desarrollan, son respuestas a esas inquietudes sobre qué sentido tiene mi profesión, más allá de su campo concreto de acción.
El planteamiento de estas inquietudes no ha de hacerse solamente en circunstancias solemnes, como la que hoy nos congrega, sino permanentemente, porque es a partir de ellas desde donde se construye un programa de vida y se exterioriza el compromiso con nuestra realización personal y con la sociedad en la que nos ha correspondido vivir.
Dos son pues, en términos generales, las dimensiones de nuestro ejercicio profesional; una relacionada con la competencia, con la idoneidad, con la excelencia en nuestro quehacer profesional cotidiano; y la otra, la más profunda y trascendental, nuestra acción humana en la transformación constructora de un mundo mejor, en la cual estamos comprometidos en dejar una huella humanizante que ilumine a quienes nos rodean, y les inviten a ser ellos también humanizadores y constructores de un mundo en el cual los valores humanos sean el fundamento de nuestra civilización.
Nuestra Universidad del CEIPA ha asumido el compromiso de formar profesionales que respondan a estas dos apremiantes urgencias del mundo contemporáneo, a través de su proyecto educativo de un hombre integral.
De nuestra parte, declaramos hoy la satisfacción de haber cumplido ese deber en la medida de todas nuestras posibilidades, así como expresamos nuestra firme voluntad de incrementar en la vida institucional todas aquellas acciones tendientes a que nuestros profesionales cada día sean mejores en su propia disciplina y en su realización humana; es así como la Universidad del CEIPA entiende su compromiso histórico y social.
Con estas convicciones le entregamos hoy a esta nueva promoción su título profesional, convencidos de que ellos, en los diferentes roles que desempeñan en la actualidad, o que asumirán en el futuro, serán los mejores embajadores de la Universidad que los formó; su presencia será un permanente testimonio del profesional que hoy requiere Colombia; llevan pues ustedes, apreciados profesionales, el compromiso de ser excelentes en lo profesional y sobresalientes en lo humano.
Se anuncia ya una conmemoración más de la encarnación de Dios en nuestra naturaleza humana; la alegría del mundo se encarna en luces y villancicos que anuncian su llegada; y vino para dejarnos su palabra que es una invitación a la fraternidad entre los hombres, a la justicia, al amor y a la paz; acoged su mensaje, porque esa estrella que rutiló en Belén, os trazará los caminos de la prosperidad y la felicidad; que Él os conduzca de su mano.
—
Antonio Mazo Mejía
Medellín, 16 de diciembre de 1994
