Dentro de pocos minutos, y como acto central de esta colación de grados, van ustedes a prestar el juramento que les compromete de por vida a cumplir con los deberes inherentes a todo profesional.
No es éste un ritual vacío de contenido; por el contrario, es el momento que les confiere el carácter de profesionales, el cual dentro de las muchas implicaciones que tiene, significa que se comprometen a cumplir como ciudadanos, con los deberes que se derivan de la Constitución Nacional y de las leyes; se comprometen además a un ejercicio profesional ajustado a los principios éticos inherentes a cada una de sus profesiones, y a mantenerse fieles a los postulados filosóficos de la Fundación Universitaria CEIPA, los cuales es más de una ocasión me han escuchado sintetizar, cuando les invito a ser personas íntegras y profesionales idóneos.
La crisis que hoy nos afecta a todos los colombianos, dentro de sus múltiples repercusiones nacionales e internacionales, económicas, políticas y sociales, tiene en mi sentir una dimensión más profunda y grave que todas las dimensiones anteriores juntas, y es su repercusión en lo moral.
Por ello, me parece oportuno orientar esta breve reflexión sobre los compromisos que en lo ético y lo moral se adquieren con el carácter de profesional.
Los colombianos no podemos ni vivir en un país, ni construir para nuestros hijos un país, en donde se sustituyan los principios fundamentales de la rectitud, la honestidad, la verdad, la primacía del bien común sobre el bien particular, el respeto a los principios morales y al orden jurídico establecido, para instaurar la validez de las tortuosidades de la falacia, de la deshonestidad más deshonesta, de la mentira que ultraja e irrespeta a la persona del ciudadano, cuando la palabra que sabemos fugaz nos fustiga, nos ofende y nos hiere como un latigazo en el rostro; de la mezquindad más ruin al hacer primar nuestra bajeza sobre el derecho de los demás, de la connivencia y la convivencia con el delito y con los delincuentes, en una palabra, la instalación del tinglado de la farsa, para eludir responsabilidades y derrotar la rectitud, la honestidad, la transparencia y la verdad.
Menos podemos aceptar que la moralidad, la eticidad, la legitimidad de las conductas, radique en la capacidad de los investigadores, de los jueces o de las normas para probar que éstas se han violado; aceptarlo, equivaldría a lanzarnos al más funesto caos moral, porque desaparecería la conciencia como juez objetivo, certero e implacable, y entonces la inmoralidad de los actos no radicaría ya en la violación de la ley natural, de la ley civil o de los principios éticos, sino en la contundencia de los procedimientos legales para probarlo.
Y así por ejemplo, si todo el mundo sabe que he delinquido, pero nadie es capaz de demostrarlo, soy inocente; ¡qué despropósito!; como si hubiese perdido vigencia aquel gran axioma de la lógica aristotélica, según el cual, lo evidente no se demuestra.
Los profesionales de la Fundación Universitaria CEIPA nos comprometemos con otros principios y otro país, muy diferentes a los que hoy nos quieren imponer.
Y nos comprometemos como personas de una formación integral, con la fundamentación de nuestras acciones en claros principios de rectitud, de honestidad, de responsabilidad, de respeto a la persona del otro y a sus derechos, porque es este proceder el que genera la reciprocidad que fundamenta una convivencia civilizada.
Nos comprometemos a actuar con dignidad, con verdad y con justicia, porque somos conscientes del respeto que nos debemos a nosotros mismos y a los demás.
Nos comprometemos a la observancia de nuestra Constitución y nuestras leyes, porque en ella radica el cumplimiento de nuestros deberes ciudadanos, y se garantiza el reconocimiento a los derechos del otro.
Nos comprometemos con la primacía del bien general sobre el bien particular, sin anteponer a ello nuestras aspiraciones, conveniencias e intereses, porque así se consolida la justicia social, que es el más sólido presupuesto de la paz.
Y como profesionales idóneos, nos comprometemos en la construcción de esa Colombia que todos anhelamos; un país respetado y respetable por la fortaleza moral de sus gentes;
- nuestra idoneidad profesional la dedicaremos con la mayor intensidad posible, a buscar la optimización de todos nuestros recursos, porque esa será la estrategia más adecuada para acelerar nuestro proceso de desarrollo;
- nuestra capacidad intelectual, nuestra disciplina de estudio y nuestra educación permanente, será dedicadas al fortalecimiento de nuestra competitividad;
- nuestro desempeño profesional habrá de sobresalir por la fidelidad a los compromisos adquiridos, por la transparencia en todas nuestras acciones, por nuestra inclaudicable pasión por la vedad, por nuestra entereza para asumir nuestras responsabilidades, en fin, por nuestra incesante lucha para superarnos cada día más como personas de latos quilates morales, y como profesionales cada vez más competentes.
Al conferirles hoy el carácter de profesionales, el cual han conquistado con esfuerzo y sacrificios ingentes, me acompaña la certeza de que todos y cada uno de ustedes, van a trabajar con sus acciones y su ejemplo por la reconstrucción de nuestra sociedad, para hacer de esta Colombia tan querida y de esta Antioquia tan grande, un país próspero, justo y pacífico, y de Antioquia, una región sobresaliente por la pujanza en el trabajo y sobre todo, por la solidez de su liderazgo moral.
Les invito entonces a luchar denodadamente para que las generaciones que nos sucedan, reciban un ejemplo que nos presente ante ellos como hombres de bien; que se beneficien también del fruto de nuestras luchas; que ellas sean para ellos una constante invitación para vivir la vida, dentro de los auténticos valores que realizan a la persona, y de aquellos que le garantizan a la sociedad una convivencia civilizada.
En el oscuro túnel de nuestro momento histórico, seamos nosotros la luz que ilumina la salida y fundamenta la esperanza.
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Antonio Mazo Mejía
Medellín, 28 de junio de 1996