Desarrollar nuestra creatividad y capacidad de correr riesgos

El ingreso a la vida profesional no puede ser ajeno a la reflexión sobre las circunstancias que vive la sociedad en que nos corresponde actuar y a las múltiples posibilidades que, como sujetos poseedores de una educación superior, tenemos para contribuir a la solución de sus problemas.

El proceso de desarrollo que actualmente se da en el país, caracterizado en el momento actual por el reversible enfrentamiento a una apertura de dimensión mundial y por la crisis que hoy atraviesa nuestra economía, son circunstancias específicas que reclaman de nosotros los profesionales nuestra decidida voluntad de aportar lo mejor de nosotros, para formular estrategias, buscar alternativas y emprender acciones que nos permitan solucionar tantas dificultades que hoy padecemos.

Es precisamente en épocas de crisis cuando tenemos que desarrollar nuestra creatividad y nuestra capacidad de correr riesgos; las épocas difíciles son invitaciones y retos para los hombres audaces, y a los audaces les ayuda la fortuna, decían los romanos.

Para contrarrestar los males de la economía, contamos con el bagaje de conocimientos, habilidades y destrezas profesionales que hemos adquirido en las respectivas áreas de la administración.

De la actualidad de nuestros conocimientos, de su profundidad de la aplicabilidad que seamos capaces de hacer de ellos, depende nuestra competitividad.

El escenario en que hoy nos corresponde actuar es el de la civilización de la información y el conocimiento; quienes no estén al día en los saberes que son específicos de su profesión serán convidados de piedra en todos los aconteceres del progreso; la prosperidad y el éxito sólo están al alcance de los apasionados del estudio y la actualización; por eso, terminar una carrera y obtener un título profesional no significa poseer todos los conocimientos necesarios para enfrentar el futuro; es sí, terminar la primera etapa de la educación formal en el nivel de la educación superior y la posibilidad de abrirse a las especializaciones y a la educación continuada, como única estrategia válida para mantenernos profesionalmente vigentes.

Este título que hoy los acredita como administradores de empresas o recursos humanos es, más que una licencia para el ejercicio de una profesión, una tarjeta de invitación permanente para continuar nuestra educación a lo largo de toda nuestra vida.

Pero en donde más necesita la sociedad nuestro concurso, más que en el plano de la reconstrucción económica, es en su reconstrucción ética; la sociedad actual le está exigiendo a todos sus dirigentes empresarios, profesionales y agentes de su desarrollo, que sean personas íntegras, con una integridad que empiece en la familia, continúe en la empresa y se proyecte e irradie a todos los tejidos sociales.

Existe hoy un clamor mundial por la reivindicación del hombre, de la persona, muy acentuado en lo referente al reconocimiento de los derechos humanos, y esto hemos de entenderlo no solamente en todo lo atinente a los derechos fundamentales, tales como el respeto a la vida, el derecho a la libre expresión, a la movilización libre en el territorio nacional, o el derecho a profesar las creencias filosóficas o políticas que respondan a nuestras convicciones más profundas, y el derecho a la práctica de la religión que más nos realice, sino que hemos de ser conscientes de que todo derecho es correlativo a un deber; no podemos seguir viviendo en una sociedad de derechos y sin deberes, porque el resultado de ello es la violencia y la barbarie.

Hoy, cuando todos los colombianos clamamos angustiosa, desesperadamente por la paz, tenemos que comprometernos con ella, porque la paz es un compromiso de todos, y sobre todo, es el producto de un consenso nacional y de las contribuciones calladas de cada uno de nosotros.

Se dice que la paz comienza en el corazón del hombre; la paz empieza por el desarme de los espíritus, por desechar esta cultura de la violencia en que nos ha correspondido vivir en los últimos tiempos en nuestra patria.

Hoy nos han convocado a la reconciliación nacional, y ello no tiene otro significado que el respeto a los derechos de los demás y el cumplimiento de nuestros deberes; significa también comprometernos a aportar todo lo que esté a nuestro alcance para sobrepasar las múltiples dificultades que hoy agobian a los colombianos; el compromiso de salvar, de reconstruir el país, es también el compromiso con nuestra propia supervivencia; es un compromiso que implica solidaridad, generosidad, desprendimiento, sacrificio; es también y muy principalmente, un compromiso con la justicia social, esto es, con los menos favorecidos; es un compromiso con nuestra niñez y con nuestra juventud, que tiene que encontrar en nosotros modelos de identificación que los inviten a la superación, a la rectitud, a la honestidad, a la transparencia y a la verdad, en una palabra, a la práctica de todos los valores fundamentales que realizan a la persona humana y que le dan solidez y consistencia a la sociedad.

Como profesionales de la Fundación Universitaria CEIPA, que tiene en su proyecto educativo la formación de hombres integrales, no le neguemos a esta necesitada Colombia el concurso de nuestra idoneidad profesional y de nuestra integridad personal.

Que el Dios de Colombia, que tanto nos ama, nos ayude todos a dejarles a nuestros hijos un país mejor.

Antonio Mazo Mejía
Medellín, 26 de junio de 1998

Antonio Mazo Mejía - Fundador CEIPA
"Las épocas difíciles son invitaciones y retos para los hombres audaces, y a los audaces les ayuda la fortuna, decían los romanos".
Antonio Mazo Mejía - Fundador CEIPA
Antonio Mazo Mejía
Fundador CEIPA