Asumir la Rectoría de la Institución fundada por mis padres desde la nada, y ver que hoy somos el resultado de todo lo que han hecho con honestidad, esfuerzo, dedicación, visión y mucho amor, no resulta nada fácil explicarlo.
El CEIPA es y seguirá siendo el producto de un sueño, de una quimera que se engendró desde la nada y que hoy crece pujante.
Mi padre me lo ha repetido una y otra vez: “Hay que soñar para construir, trabajar duro y honestamente y lograr así los sueños“.
Por eso en el CEIPA nos preocupamos de no perder la capacidad de soñar y emprender nuevos rumbos para hacer realidad nuestros sueños.
No es sencillo contarles lo que significa para mí el asumir la rectoría después de trabajar durante 25 años con mi jefe, mi amigo, pero lo más importante: mi padre, quien me ha enseñado casi todo lo que sé de la vida y de la educación.
Para este gran reto me he preparado y el CEIPA ha sido parte de mí, desde que tengo memoria.
Hoy se mezclan y entrelazan mis sentimientos de alegría y de inmensa gratitud. Alegría por lograr un sueño por el que he trabajado fuertemente.
Gratitud infinita con mi padre: un ser íntegro, noble, recto, amoroso, soñador y visionario; él como jefe, cómplice, compañero de viaje y gran capitán de este barco, nos ha llevado a muchos puertos.
Siento una inmensa satisfacción de saber que hoy, lleno de vitalidad, me hace entrega de esta gran responsabilidad que es su felicidad y que con su presencia, acertados consejos y enseñanzas, continuará acompañándonos por muchos años más.
Es por todo lo anterior que toma un especial significado asumir la rectoría, precisamente ahora cuando cumplimos 40 años.
El CEIPA en esta última década, nos ha proyectado como una propuesta diferente y novedosa.
Hemos logrado con ello que nuestros egresados cada día, tengan un mayor reconocimiento entre la comunidad y un posicionamiento importante entre la academia del país.
Si bien hemos tenido importantes logros durante estos 40 años en educación, ellos son apenas el principio; estamos seguros que seguirán muchos más éxitos como hasta ahora.
De igual manera somos conscientes que este gran proyecto educativo, se tiene que enfrentar a grandes retos. Voy a ocuparme brevemente de algunos de esos retos.
La sociedad en la que vivimos
En la historia de la humanidad, cada generación afronta los retos que marcan su paso por el mundo. Esos desafíos llevan a la sociedad a nuevos escenarios, señalando así el sendero de las futuras generaciones.
En nuestro caso, creo que vale la pena resaltar dos realidades importantes a las que estamos enfrentados hoy: la velocidad del cambio y el cambio climático.
La velocidad con que se producen los cambios hoy, es mucho mayor que en la generación anterior.
La digitalización del mundo, el desarrollo de las tecnologías de la información y las comunicaciones, el modelo económico cada día más globalizado, un mundo más interconectado, son realidades que nos permiten conocer lo que ocurre en cualquier lugar del mundo en cuestión de segundos.
Esta velocidad nos permite ver reflejado en nuestro entorno, dichos cambios.
Lo mismo ocurre con los descubrimientos, las grandes decisiones de los dirigentes del mundo y las fluctuaciones de la economía, todas se resienten ante el leve temblor de una hoja en cualquier parte del mundo.
Por eso digo que lo que sucede tan rápido, genera efectos a los debemos responder inmediatamente, logrando mantener así, la competitividad de nuestras organizaciones.
Esta velocidad también se ve reflejada en la explosión del conocimiento que afecta a toda nuestra sociedad.
Esta vertiginosa carrera nos obliga a apropiarnos de nuevos conceptos, técnicas o procedimientos que buscan mejorar nuestra calidad de vida.
Basta con mirar la evolución de la telefonía y su impacto en la sociedad.
Colombia se demoró más de 50 años para lograr un cubrimiento de telefonía fija superior al 60%, pero solo le tomó 18 años para sobrepasar los 40 millones de abonados en la telefonía celular.
En ese sentido si miramos detenidamente esta evolución, podemos encontrar más de tres generaciones con marcadas diferencias.
Igualmente contamos hoy con la habilitación de servicios cada vez más sofisticados, que nos brindan nuevas posibilidades.
Esa sofisticación debe hacer que nuestros profesionales sepan descubrir en ellas, nuevas oportunidades para ejercer su liderazgo y su espíritu emprendedor.
Además, en las últimas décadas ha quedado claro que, los empleadores prefieren a los estudiantes que puedan aplicar activamente su conocimiento teórico en situaciones de la vida real, antes que a aquellos que solo han adquirido un impresionante bagaje intelectual, a solo útil para hablar y para hacer.
Casos como estos podemos verlos a diario, en las diferentes disciplinas del conocimiento.
Para nuestro sistema educativo, éste resulta ser un reto que nos obliga a replantear el quehacer formativo y sobre todo, la manera de ejercer la docencia en esta llamada, civilización del conocimiento.
En relación con el cambio climático, según las Naciones Unidas,«Se entiende un cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana, que altera la composición de la atmósfera mundial, y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos comparables”.
Los efectos del cambio climático, están tocando todas las actividades económicas y productivas del mundo.
Cada día más regiones se ven afectadas y tienen que enfrentar las consecuencias, con los costos que esto representa y las oportunidades y el tiempo que se pierden ante los lógicos desastres naturales.
Debemos asumir hoy, que en buena parte somos nosotros los causantes de estos efectos.
Entonces, tenemos la responsabilidad de asumir las consecuencias y una forma de hacerlo, es trabajar en la conciencia ambiental con nuestros estudiantes.
Desde todas las disciplinas resulta ineludible abordar el tema, hacer lo posible para dejarle a las generaciones venideras un mejor mundo y por ende, legarle unos seres responsables y conscientes socialmente, y sobre todo, integralmente más educados.
Queda claro que nos enfrentamos a cambios más frecuentes, rápidos y profundos, y ello nos plantea el reto de reinventarnos cada día.
Debemos dejar este mundo mejor de lo que lo recibimos, aminorando de esa manera, el cambio climático que nos afecta a todos y buscando con la tecnología estar más comunicados que simplemente conectados.
Colombia, de un caos a un país viable
Para quienes vivimos la última década del siglo pasado, sabemos de primera mano que nuestro país era poco viable.
Las amenazas provenían de todos los lados: la guerrilla, los paramilitares, el narcotráfico y la falta de institucionalidad. Era un país en transición de una constitución a otra. Esos factores hacían de nuestra querida Colombia un país poco atractivo.
Vinieron los cambios por fin tan anhelados, y hoy es otra la realidad que nos rodea.
Actualmente, atraemos la inversión extranjera. El turismo que tantos años nos fue esquivo, ahora es una fuente interesante de desarrollo. Nuestro campo y sus productos son hoy una esperanza para la alimentación del mundo. La minería y productos energéticos, cada día adquieren mayor relevancia y competitividad mundial. Las empresas colombianas comienzan a ser un jugador importante en la liga latinoamericana. Esto y otras muchas cosas que podríamos citar, son la realidad actual de nuestro país, que no siempre fue así.
Esta prosperidad que hoy vivimos, se debe al esfuerzo de muchos colombianos que han entregado sus vidas por hacer que nuestro querido país sea cada día mejor. A ellos les debemos la más profunda gratitud.
Ese sacrificio nos alienta para continuar nuestro aporte al día a día, de manera responsable, haciendo de nuestro trabajo una razón vital y honesta, para que el sacrificio de aquellos, no haya sido en vano.
No podemos permitir que las nuevas generaciones desconozcan la historia de Colombia, y que por nuestra irresponsabilidad, se tienda a repetir proyectos frustrados que ya la historia se encargó de demostrar, que por muy loables que parezcan, sólo benefician a unos y generan peores condiciones para todos.
No podemos caer tampoco en viejos trucos tan conocidos para muchos de nosotros, con el pretexto de lograr el gran anhelo de la búsqueda de la paz para nuestro país.
Construir un mejor país y honrar a nuestros héroes, será posible si nos enfocamos en acabar la pobreza.
A diferencia de lo que muchos piensan, creo firmemente que la batalla no hay que darla tanto en el plano económico, como en otros sectores.
Tenemos que trabajar para acabar la pobreza del espíritu. Esa que se apodera del corazón y lo opaca.
Tenemos que restaurar valores y dar una sólida educación a quienes nos corresponda. Esto se debe lograr luchando con vigor, para sacar a muchos colombianos de esa “pobreza” y lograr así, resultados reales e inmejorables.
La obligación hoy, es trabajar con las fortalezas naturales de nuestra gente. Hacer de la tan estigmatizada malicia indígena, de nuestra creatividad e idiosincrasia, una fortaleza para resolver los problemas que cada día aparecen en el país.
Los colombianos somos conocidos por la capacidad de trabajo, creatividad, servicio, entrega, pasión y felicidad, pero todas estas virtudes deben ponerse al servicio del bien común, de las causas nobles, del progreso de la sociedad y no del interés particular y de los actuares mezquinos.
No podemos claudicar en erradicar las secuelas que dejan en nuestra sociedad el narcotráfico, la guerrilla y la corrupción. El llamado dinero fácil no es más que un cáncer que cada día se hace más grande, nos consume y finalmente nos mata.
La juventud tiene que ser consciente de los peligros que ello implica, éste es un tiquete de una sola vía; la meta es la reconstrucción moral de nuestra sociedad.
Desde la educación, es mucho lo que podemos hacer para que las nuevas generaciones se apropien de este sueño de construir una Colombia grande, orgullosa de su pueblo y de su historia.
Un país que no abandona los retos, sino que por el contrario, es capaz de enfrentarlos y superar las dificultades propias de hacer realidad un sueño. Ésta es nuestra tarea: preparar mejores ciudadanos que logren cambiar la historia de nuestro país.
La paradoja de la Universidad
Una de las grandes satisfacciones que tenemos las personas que trabajamos en la educación, es el placer de ver el fruto de nuestro trabajo. Nada más deleitoso para el maestro que poder compartir la transformación de su estudiante y ver cómo va creciendo en su vida.
Esto nos permite saber, sin que nadie tenga la necesidad de decírnoslo, que nuestra labor ha valido la pena.
Para lograrlo, cada día la universidad tiene que enfrentar muchos retos. Uno de ellos es el principal y quizás el más difícil, superarnos a nosotros mismos. Como lo dijo claramente el universitólogo belga Henri Janne: “la Universidad es una criatura monstruosa, porque ella debe engendrar a sus propios padres”.
Nosotros los formados en la universidad de antier, nos vemos en la tarea de formar hoy los alumnos del mañana, por lo tanto no podemos hacerlo con conocimientos de ayer; como diría el poeta Buesa, no podemos “escribir hoy nuestro nombre en la arena, para que el mar se lo lleve con la fecha de ayer”.
Hoy tenemos en nuestro sistema educativo muchas cosas que cambiar, a título de ejemplo miremos lo que ocurre con los registros calificados de los programas que ofrecen las universidades.
Para obtenerlos, la justificación debe demostrar la pertinencia fundamentada en la realidad actual.
Creo que sería más interesante proyectarnos hacia los problemas que vamos a vivir en nuestro país a la vuelta de 5 o 6 años, en vez de demostrar la pertinencia para problemas del pasado.
Esta es una de las realidades de la universidad colombiana, la cual he querido citar para facilitar la comprensión de la gran tarea que tenemos hacia adelante en esta rectoría que asumo hoy.
Nuestro sistema educativo presenta grandes dificultades, todos lo sabemos. La lista es interminable, pero permítame señalar algunas de ellas: la pasada fallida reforma a la educación superior, es una. Entre las cosas buenas que tenía, era fomentar el acceso de más colombianos a la educación superior.
Recordemos que en nuestro país sólo 34 colombianos de cada cien, pueden llegar a la universidad. Esta participación es muy baja para los retos que el país debe afrontar.
La tarea entonces es lograr como mínimo, que este porcentaje del 34% se duplique. Para esto el gobierno, las Instituciones de Educación Superior y en general la sociedad, debemos buscar nuevas formas y estrategias para el acceso a la educación superior.
El otro gran reto, que es bien conocido por todos, es lo referente a la calidad de la educación. Nuestra educación, si bien está lejos de los estándares internacionales, debemos ser cautos al utilizar este caballito de batalla, para frenar todas las iniciativas y cuestionar todo lo que queremos hacer en el país.
La educación se debe a la sociedad, es ella quien con su evolución va determinando la calidad de sus servicios. Nuestro país, si bien no es todavía el paraíso que queremos, si se hace evidente el grado de avance que hemos logrado, por lo cual deberíamos preguntarnos: ¿Es realmente tan mala la educación que tenemos?
Por duro que suene y difícil de digerir que sea, es mejor más personas en la educación actual, aunque ésta no logre los estándares internacionales, que unos pocos formados en unas cuantas instituciones que cumplen estándares reconocidos a nivel mundial, porque sólo con educación logramos transformar nuestra sociedad.
Lo anterior no significa infravaloración de la calidad, significa sí, que debemos ampliar las oportunidades para más y más compatriotas. Es claro que a medida que avancemos en la cobertura, iremos conquistando también mayor desarrollo y mejor calidad.
Los alumnos del futuro
Los estudiantes que nos están llegando hoy a la universidad son en su mayoría nacidos en la década de los noventas. Don Tapscott los llama la generación Red.
En su libro «Creciendo digital», hace un estudio de las características que reúne esta generación y las diferencias con la generación X y los baby boom.
Si bien no podemos extrapolar todas estas características a nuestro país o a Latinoamérica, tampoco podemos desconocer que desde nuestro sistema educativo, estamos muy lejos de esa generación. ¿Qué tanto se alejan las nuevas generaciones de las viejas generaciones?
Para empezar, debemos recordar que buena parte de los desarrollos que marca esta generación, son los de las tecnologías de la información y las comunicaciones.
Cuando ellos nacieron, el mundo ya contaba con microcomputadores, celulares, internet y toda serie de aparatos digitales, realidades que a muchos de nosotros nos exigieron cursos enteros para aprender a manejarlos.
Para ellos, pareciera que ya este conocimiento estuviera incluido en su carga genética.
Son varias las características y las normas que Don Tapscott identificó en esta generación y que me gustaría compartir en este momento con ustedes.
- Ellos quieren libertad en todo lo que hacen, partiendo por la libertad de escoger el medio de expresión.
- Ellos aman la personalización.
- Ellos son los escrutadores.
- Ellos esperan integridad y apertura en la información, cuando compran o trabajan para alguna compañía.
- Quieren entretenimiento y juegos en todo, desde su trabajo, la educación y su vida social.
- Son la generación de la colaboración y de las relaciones.
- La generación en red es la generación de la velocidad y no solamente en video –juego.
- Son innovadores, creativos y recursivos.
A diferencia de muchos de nosotros, que cuando estudiamos el pregrado, la fuente exclusiva de información era sólo el profesor y uno que otro libro. La generación red cuenta con bases de datos electrónicas, libros digitales, redes sociales y sitios especializados, para ayudarle en sus trabajos. Cuentan además, con amigos en todo el planeta, todo a su alcance desde una tableta o desde su celular.
Esta es la generación que nos está llegando a la universidad. Una generación que difiere de la nuestra en muchos aspectos. Casi podríamos decir que es la primera generación global, interconectada y multimedial.
La pregunta que nos deberíamos hacer es si a esta generación la podemos formar como lo hacíamos con las anteriores generaciones. ¿Qué sentido tiene enseñarles a acumular información, en un mundo que tiende a duplicar el conocimiento mes a mes?
Es muy preocupante que los sistemas educativos en todos sus niveles, sigan predominantemente con la exclusiva metodología de la magistralidad, cuando nuestros estudiantes viven y aprenden en una civilización ciberespacial.
Como lo dice Daniel Prieto en su libro e-Learning, comunicación y educación. “Hoy a las universidades les toca aprender del mañana para aprender hoy. Por eso hay una verdad simple y profunda en lo que sigue: una educación que no es efectiva en la clase tradicional, se traducirá en otra igualmente inútil en on line”.
Los retos del CEIPA
En el CEIPA somos conscientes de los cambios que enfrenta la sociedad, de los retos que nos impone nuestro país, de las limitaciones que tenemos que superar y de las metas que nos plantea nuestro sistema educativo. Igualmente conocemos las generaciones que debemos preparar para el futuro.
Por eso el modelo de educación que seguimos en el CEIPA, como nos lo repite nuestro Fundador, es de acompañamiento, de guía al estudiante para que él sea el artífice de su propio descubrir y se adueñe del conocimiento. Motivarlo para que cada día tenga el reto de ser mejor y continuar en la búsqueda de nuevas realidades. En eso debemos enfocar nuestra tarea.
Pero esa gestión se quedaría inconclusa si no trabajamos en la formación del ser, en inculcar y reforzar valores y principios que le den sentido a la vida de la persona y que la formen para que contribuya a la construcción de una sociedad equitativa.
En una metáfora de nuestro fundador, él compara nuestra vida con un tren que transita por dos rieles para llegar a la estación del éxito, de la prosperidad, de la plena realización personal, en esa metáfora sintetizamos nuestra filosofía de la formación integral.
Este tren transita por los rieles de la integridad personal y de la idoneidad profesional y sólo manteniendo esos rieles bien acerados y paralelos, lograremos llegar a nuestra estación del éxito, no el que se conoce en los medios, sino el éxito que genera libertad, sabiduría y desarrollo para la persona y la comunidad.
Hemos escogido en el CEIPA el modelo de núcleos temáticos problémicos, como nuestro modelo de educación para la formación de nuestros estudiantes.
En este modelo lo más importante es que el alumno identifica los problemas, sus causas, construye alternativas y plantea posibles soluciones.
Creemos firmemente que este modelo, es coherente con las necesidades de nuestra sociedad y responde a la forma de pensar de las nuevas generaciones.
Desde hace 12 años decidimos involucrar en nuestro modelo educativo las tecnologías de información y de las comunicaciones, como un componente activo en el proceso educativo.
No lo hicimos por moda, porque en ese tiempo el internet en nuestro país aún era incipiente. Lo hicimos con la firme convicción que estas tecnologías, acercan el mundo, rompen las barreras geográficas, así como las barreras de tiempo y espacio, llevando el saber a muchas personas y a lugares muy distantes.
hicimos con la intención de cambiar el paradigma de que el estudiante tiene que ir a la universidad. En nuestro caso queríamos ir con la universidad a donde se encontrara es estudiante y recorrer el mundo con él, en una apasionante aventura a través del conocimiento.
Normalmente en las Escuelas de Administración, a diferencia de otras áreas del conocimiento, no se tiene la oportunidad de contar con laboratorios. A lo sumo en esas escuelas, se puede contar con simulaciones, que reproducen algunas situaciones de las empresas, pero esto no es suficiente para aprender y crecer sólidamente.
Hace más de 20 años tomamos la decisión de ser la Universidad de la Empresa, de casarnos con la empresa, de ser su aliado estratégico para proveerle sus colaboradores, y a través de servicios de formación y consultoría, impactar sus indicadores estratégicos.
Este matrimonio que hemos establecido con el tejido empresarial de nuestro país y ya de países vecinos, nos permite formar un círculo virtuoso entre la academia y la realidad empresarial.
Tenemos que hacer grandes alianzas, tenemos, como dice mi padre, que “Soñar para construir”. Por eso en el CEIPA no perdemos la capacidad de soñar y de emprender nuevos proyectos, para hacer realidad nuestros sueños.
Estamos comprometidos con ese triángulo de la sociedad actual: Paz, democracia y Desarrollo y su eje fundamental, la educación. Educación para todos, como lo reza la Unesco. Ese es el gran reto de nuestra realidad. Educación para permitir que fluya la soberanía personal y ésta se refleje en el cambio de vidas, entornos y país.
Este reto nos lleva a tomar la palabra. Porque la palabra es medio y fin de toda cultura. La palabra como instrumento del pensamiento, como esencia de la política o como símbolo religioso, es raíz y flor de nuestra realidad en el CEIPA.
Somos pues adalides de la palabra en la formación y la educación. Por eso hoy tomo la palabra de mi padre, para llevarla como antorcha en mi rectoría. Como lo dijo Miguel Martí Poll, el poeta catalán “Ya no calienta el fuego de ayer, ya no calienta el fuego de hoy, tendremos que hacer fuego nuevo, desde la palabra”.
Por todo lo anterior estamos firmemente convencidos que estos principios, son la base de nuestra institución y que ellos nos permitirán afrontar nuevos retos, mantener un nivel de innovación constante y pertinente, que nuestra razón de ser es la de transformar vidas. Este será el gran aporte a nuestra querida Colombia y a los países en donde podamos aportar un grano muy grande, de arena buena.
Señoras y señores,
Al asumir la Rectoría del CEIPA quiero agradecer especialmente a mi padre y a mi madre, porque sin ellos no podría ser quien soy en la actualidad. A mis hermanos, sus esposas y mis sobrinos, que me han apoyado y acompañado para asumir este reto. A mi señora Gloria Isabel, un agradecimiento muy especial por ser compañera, amiga y baluarte, para recorrer juntos el camino que emprendimos hace ya cerca de una década. A Amelia y Antonio por iluminar mi vida cada día. A toda mi familia y a mis grandes amigos que hoy me acompañan y han sido testigos de mi vocación y entrega a este sueño de la educación.
Agradecimiento especial a mis compañeros del CEIPA, que me han acompañado en este ideal de crear un modelo diferente de educación para nuestro país, y que luchan conmigo en la transformación de muchas vidas, en pro de la construcción de una mejor sociedad. Especial agradecimiento a todos y cada uno de los presentes, que hoy me honran y estimulan con su cálido abrazo y por supuesto con su presencia en este acto.
Invitación a todos y cada uno de los miembros de la comunidad CEIPA, empleados, docentes, estudiantes, clientes, proveedores, socios y todos con quienes directa o indirectamente, estamos trabajando por esta noble causa, para que juntos continuemos el viaje que se emprendió hace 40 años, en la misma nave, con un excelente grupo de marineros, pero con nuevo capitán, lleno de grandes retos.
Entiendo que en esta misión, como en todas las cosas de la vida, hay una causa y una secuencia de las cosas, hay un comienzo y un fin en los asuntos humanos. Conocer el orden de donde vienen las cosas, es tener el comienzo de la sabiduría. Hagamos juntos este apasionante viaje con un único destino: transformar vidas para construir un mejor país.
¡Muchas gracias!
—
Diego Mauricio Mazo Cuervo
Sabaneta, 18 de julio de 2012