Dimensiones sobre las cuales se fundamenta el ejercicio profesional

Finaliza la celebración académica de los 15 años del Tecnológico Universitario CEIPA, con la graduación que hoy estamos haciendo de esta promoción de Licenciados en Didáctica y Dificultades del Aprendizaje Escolar y de Tecnólogos en Administración de Empresas y de Personal.

Contabilizamos así 1980 egresados, que durante estos 15 años hemos formado para que contribuyan con su ejercicio profesional, a su realización personal, al progreso de sus familias y al desarrollo del país.

Es este un balance que gratifica enormemente a todos aquellos profesores, empleados y estudiantes, gracias a cuya acción han sido posibles tantas y tan fecundas realizaciones; a ellos todos, en nombre del Tecnológico Universitario CEIPA, felicitaciones y gratitud.

Antes de entregarles el Diploma que los acredita como profesionales, quiero invitarles a una breve reflexión sobre la infraestructura que debe poseer una persona para ser un buen profesional.

Tres son las dimensiones sobre las cuales se fundamenta el ejercicio profesional, dimensiones de cuya magnitud y cuya solidez depende el éxito que se obtenga con la profesión que se haya elegido, para desde ella realizar nuestro proyecto de vida: La idoneidad profesional, la calidad humana y el amor.

La idoneidad profesional está constituida por el acopio de los conocimientos adquiridos, por el desarrollo de las destrezas exigidas en los diferentes campos de aplicación de cada profesión y por el conocimiento de la realidad en donde va a ejercerse la profesión; conocimientos y destrezas que solamente empiezan durante los años de universidad, pero que han de incrementarse y perfeccionarse a lo largo de la vida, ya que serán la disciplina personal para el estudio, el avanzar en otros niveles de la educación postsecundaria, la vocación hacia la educación continua y permanente, y el ejercicio responsable de la profesión, los diferentes medios a través de los cuales se dará el crecimiento fecundo de la idoneidad profesional.

Frente a la abrumadora explosión de conocimientos y a la vertiginosidad de los cambios, características inherentes al mundo contemporáneo, no se puede ser profesional idóneo en nuestra época, si no se tiene una decidida pasión por el estudio y una mentalidad abierta al cambio.

Mi invitación es, entonces, a que si queréis disponer de una sólida y vigente idoneidad profesional os comprometáis con la búsqueda permanente de nuevos conocimientos, a través del estudio y de la investigación.

Muy importante es esta idoneidad para el desempeño profesional, pero no constituye ella la principal dimensión; antes del profesional que sabe, está el hombre que existe como hombre; el hombre que es más rico o más pobre en cualidades humanas, en valores que, según la jerarquización consciente y libremente asumida, le darán muchas o pocas oportunidades de obtener satisfacción y éxito en el ejercicio profesional.

La calidad humana está fundamentada en la escala de valores que rijan la actividad de la persona, y esta calidad será tanto más alta cuando más eminentes sean los valores que la constituyen.

Cuando en la sociedad de hoy hablamos de crisis de hombres, no estamos queriendo significar cosa distinta a la actual ausencia o inversión de valores existente.

Nos reclama hoy el país y la sociedad entera, una clase dirigente, una clase profesional y en general, una sociedad que esté integrada por hombres que fundamenten su acción en una recta escala de valores.

Lo que hoy se exige al hombre colombiano, es que le dé prioridad al ser sobre el tener; que sean más importantes los imperativos de la justicia que los de la ambición; que se instaure el imperio de la honestidad como sustituto al actual desenfreno en la falta de honradez en tantos órdenes; que prevalezca la verdad sobre la mentira que distorsiona, desorienta, irrespeta y engaña; que los hombres transiten con la frente erguida por los caminos de la rectitud, evitando los tortuosos senderos de la falacia; que sea la lealtad a la condición humana primero, y a los compromisos adquiridos luego, fuerte coraza contra la cual se estrellen las aspiraciones mezquinas que a diario nos invitan a claudicar; que el compromiso con el deber sea asumido con el respeto, la responsabilidad y la entereza que el deber reclama, sin dobleces, ni esguinces; en fin, que en esta civilización de lo negativo, de la destrucción, de la violencia y de la muerte, estemos comprometidos con actitud positiva, en las actividades que construyen, en que prime la fuerza de la razón sobre la razón de la fuerza, y que seamos portadores de optimismo, generadores de vida, frente a tantos mercenarios comprometidos con la destrucción y con la muerte.

Este es el código ético que hoy nos reclaman con angustia desesperada y con urgencia, la familia, la sociedad y la patria; y es éste el código ético que va a garantizar a nuestro ejercicio profesional la prosperidad y el éxito, y a cada uno de nosotros como personas, una gratificante realización de nuestra dimensión humana.

Pero no bastan la idoneidad en la profesión y la alta calidad humana para la plena realización de la persona en el ejercicio profesional; es indispensable además, que se viva la vida con amor.

En la ausencia del amor se explican muchas causas de esta civilización de la muerte que nos está correspondiendo vivir; porque no se ama con generosidad, hay injusticia; porque hemos claudicado en el amor a la verdad, mentimos con abyecta vileza para hacer el mal a otros; porque hemos dejado de amar la vida, destruimos con la palabra, la maledicencia, la calumnia, sin escrúpulo alguno, instituciones, reputaciones y personas; porque no amamos la paz, hacemos la guerra; porque hemos perdido la capacidad de amar lo noble y lo grande, hiere y duele a nuestra ruindad, la grandeza de los otros, e incapaces de admirar y emular, actuamos resentidos para destruir; y así por haber renunciado al amor, hemos renunciado a la vida, y nos hemos dejado subyugar por esta civilización de la muerte.

Os invito señores graduandos para que tengáis muchos éxitos y prosperidad en el futuro, que es lo que hoy, al felicitaros todos, os deseamos de corazón. Os invito a comprometeros con la disciplina del estudio para mantener vigente nuestra idoneidad profesional. Os invito a crecer en calidad humana, comprometiendo vuestro actuar con la rectitud, con la verdad, con la honestidad y la justicia. Y os invito a amar, para que seáis constructores de una sociedad y una patria habitable y amable para quienes en ella han de sucedernos, pues misión sagrada del hombre es entregar a quienes han de sucedernos, un mundo mejor que aquel que hemos recibido.

Antonio Mazo Mejía
Medellín, 18 de diciembre de 1987

Antonio Mazo Mejía - Fundador CEIPA
"Tres son las dimensiones sobre las cuales se fundamenta el ejercicio profesional: la idoneidad profesional, la calidad humana y el amor".
Antonio Mazo Mejía - Fundador CEIPA
Antonio Mazo Mejía
Fundador CEIPA