La competitividad, la honestidad y la construcción de paz

Son muy significativas para todos los colombianos las difíciles y tormentosas circunstancias que nos está correspondiendo vivir en los momentos actuales de nuestra historia nacional.

Estas injustas y contradictorias situaciones, lejos de ser una invitación al desconcierto y la desesperanza, deben ser por el contrario, una invitación a dar lo mejor de nosotros, para lograr que Colombia encuentre las salidas que la conduzcan a ser un país competitivo, civilizado y pacífico, en donde cada colombiano tenga el derecho a realizar, sin riesgos ni coacciones, su propio proyecto de vida.

A nosotros los profesionales de ayer, y a Ustedes, los profesionales de hoy, por pertenecer a ese pequeño grupo de colombianos que hemos tenido el privilegio de recibir una educación superior, nos corresponde retribuirle a nuestra sociedad, con generosidad y con largueza sin egoísmos ni mezquindades, todo lo que esté en nuestro bagaje personal y profesional, para contribuir a la superación de todos los males que hoy bloquean el progreso nacional, que es nuestro propio progreso.

Para contribuir eficazmente a la solución de nuestra problemática nacional, es necesario, como buenos administradores, que identifiquemos las prioridades a las cuales debemos responder, y se me antoja recomendarles hoy, al titularse como profesionales de la administración, tres prioridades que en mi sentir, constituyen el punto de partida para la solución de nuestros males; son ellas: La competitividad, la honestidad y la construcción de la paz.

La competitividad

En el mundo actual, porque hoy somos ciudadanos del mundo, Colombia no es un país competitivo; el mundo que estaba dominado por el capital, en menos de cincuenta años pasó a ser dominado por el conocimiento; y este dominio será el que rija los años futuros, y no nos preparamos para ello; no nos extrañe entonces, que nuestros productos no sean aceptados ni apreciados en lo mercados internacionales; es consecuencia apenas lógica e inevitable, que muchas empresas no sean viables y tengan que liquidarse generando el desempleo que será tanto más difícil de superar, cuanto menos estemos preparados para enfrentarnos a un mundo, en el cual, el valor más efectivo, es el conocimiento; y si a esta circunstancia agregamos el coletazo de la crisis económica que recorre el mundo, entonces el conocimiento se convierte en la única tabla de salvación posible, para desarrollar nuestra creatividad volvernos emprendedores y enfrentar todas las tormentas que desatan esta crisis.

El carácter imprescindible de la competitividad, hoy cuando ustedes culminan sus estudios profesionales, tiene una gran significación, porque ello les está diciendo que la única estrategia de supervivencia profesional posible en el mundo de hoy, es el estar actualizado en nuestras competencias profesionales, lo cual significa que deberán continuar estudiando a lo largo de sus vidas, lo adquirido en la universidad, frente al ritmo vertiginoso de los cambios en el conocimiento, los coloca, aunque parezca paradójico, en un estado profesional de obsolescencia; mi mensaje entonces es muy claro: Continúen estudiando, en postgrados o en las múltiples opciones de educación continuada que hoy existen, si desean ser profesionalmente competitivos y mantenerse profesionalmente vigentes.

La honestidad

La corrupción campante en nuestro país, tanto en el sector público como en el privado, y que es un mal tan grave o peor que el del bandolerismo, hace que la necesidad de erradicarla, sea otra de las prioridades más urgentes de nuestro país.

Aquí el arma para cambiarla está en la solidez de nuestros principios morales; el valor por excelencia para contrarrestarla es la honestidad; es necesario que todas nuestras acciones estén fundamentadas en la honestidad; que tengamos la entereza y el coraje suficientes para rechazar las invitaciones a claudicar en este aspecto; que las mezquinas ambiciones del tener no mengüen las posibilidades de realización del ser; que la pulcritud y la transparencia de todas nuestras acciones brillen con meridiana claridad; que ni siquiera la duda pueda sombrear nuestro actuar; y que nadie pueda levantar su índice indicador señalándonos a nosotros, que en materia de honradez y honestidad seamos capaces de tropezarnos en un cabello.

Estamos llamados a dar nuestro país el testimonio anticorrupción de nuestra entereza e integridad moral; es necesario que tengamos el coraje para denunciar, proscribir, descubrir y neutralizar la acción de los corruptos, para que la honestidad vuelva a ser uno de esos valores que den sentido a nuestro actuar; y para lograrlo mantengamos muy presente en todas nuestras actitudes, que es nuestro deber estar al servicio de las instituciones o empresas con las cuales nos comprometamos, y no el ponerlas al servicio de nuestras mezquinas aspiraciones, mantengan muy presente siempre, que ante nuestra conciencia valemos algo, cuando ante nuestra conciencia nos hayamos inocentes.

La construcción de la paz

En fin, hoy en Colombia todos tenemos que comprometernos con la paz; nos ha correspondido vivir en una época de violencia, destrucción, una civilización marcada con la mal llamada cultura de la muerte.

Pero la paz no es solamente cuestión de los gobernantes y de los alzados en armas; es cuestión de todos, y es por eso que se afirma que, “Puesto que las guerras empiezan en el corazón del hombre, es en el corazón del hombre donde empieza la paz”, es necesario que desterremos la agresividad de nuestros espíritus; que fomentemos la comprensión y la tolerancia; que seamos sinceros y decididos en el perdón, que seamos generosos en la solidaridad y en el compartir, porque solamente eliminando las condiciones infrahumanas en que viven muchos de nuestros compatriotas, empezamos a exterminar las causas de la aberrante, creciente y ya intolerable injusticia social,, porque es esa una de las principales causas de la guerra que se vive en nuestro país.

Si bien no somos violentos, no formamos parte de la insurgencia, no por ello podemos afirmar que somos ajenos a la guerra; porque si es una realidad que no la hacemos, si lo es que la padecemos; frente a la guerra como frente al cambio, no se puede ser indiferente, porque cuando no se hace, se padece; “No preguntes por quién doblan las campanas; las campanas doblan por ti”.

Nuestro mejor concurso a la construcción de la paz, será el aporte de nuestra competitividad profesional para que, contribuyendo con nuestro trabajo y nuestra creatividad a la superación de la crisis económica, se abran más espacios a la laboriosidad de los colombianos y se creen para todos, unas condiciones que nos garanticen más y mejor calidad de vida.

Muy apreciados graduandos: Con mis sinceras felicitaciones por el importante logro que hoy alcanzan, reciban mis mejores votos porque tengan muchos éxitos en su vida profesional.

Les invito también a hacer de su trabajo la mejor oportunidad de realización personal y profesional; sean generosos y buenos patriotas con Colombia; que su competitividad profesional, su honestidad y su decidida voluntad de ser activos constructores de la paz, sean el mejor aporte para reconstruir un país en el cual nuestros descendientes, puedan disfrutar de una convivencia civilizada, un país en donde vuelva a ser posible disfrutar la belleza de nuestros paisajes, la riqueza de nuestros suelos, ríos y mares; en donde vuelva a ser posible tener ilusiones y soñar, y compartir la ternura, la amistad, el amor y la esperanza.

Antonio Mazo Mejía
Medellín, 25 de junio de 1999

Antonio Mazo Mejía - Fundador CEIPA
"Las tres prioridades que -en mi sentir- constituyen el punto de partida para la solución de nuestros males son: la competitividad, la honestidad y la construcción de la paz".
Antonio Mazo Mejía - Fundador CEIPA
Antonio Mazo Mejía
Fundador CEIPA